La epidemia de la influenza en Mao en 1918
Por Rafael Darío Herrera.
En 1918 todo el país se vio afectado por la influenza española que dejó un saldo de 1,700 víctimas, cuya población en 1920 era inferior al millón de habitantes. Esta epidemia afectó sensiblemente la dinámica de la población de la común de Mao que para esa época contaba con 1,855 habitantes.
El 22 de enero de 1919 el periódico El Diario de Santiago informaba de la existencia de la epidemia desde hacía dos semanas, aunque es muy probable que su prevalencia datara desde el mes de septiembre.
Para combatir la terrible epidemia se formó un Comité de Socorro para distribuir alimentos, medicamentos y dispensar asistencia médica a los afectados, labor a cargo del competente galeno Gerardo Ellis Cambiaso.
El Ayuntamiento donaba 50 botellas de leche y varios sacos de harina.
El pánico generado por la misma provocó que la gente se recluyera en sus casas se produjo un desabastecimiento de alimentos. El 17 enero de 1919 el corresponsal de La Información en Mao, Dimas de Js. Rodríguez Padrón, resaltaba la “extrañeza” de que en Mao no hubiera leche para suministrarle a los enfermos no obstante ser la común esencialmente ganadera.
Por la baja densidad poblacional de Mao la cantidad de defunciones no eran muy elevadas. En 1917 apenas fallecieron 60 personas y 72 en 1918, pero en 1919 a consecuencia de la epidemia las defunciones se duplicaron a 150 aunque en los archivos de la Parroquia Santa Cruz de Mao figuran registrados 177 en este último año.
En 1920 y 1921 el número de defunciones se mantuvo prácticamente idéntico, pero aumentó a 108 en 1922 lo cual evidencia que la epidemia continuó provocando
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estragos en la población. Es muy probable que el número de fallecidos fuera superior al que indican las estadísticas por el temor al contagio y al hecho de que perecieron personas muy alejadas del entorno urbano.
Al principio la enfermedad era benigna, aunque se presentaron numerosos casos.
El señor Jesús María Cerda aparece como la primera víctima registrada en el libro de defunciones de la Oficialía del Estado Civil y Petronila Rodríguez en los de la Parroquia Santa Cruz, el 28 de noviembre de 1918.
El 25 de enero de 1919 El Diario señalaba al señor Arturo Cabral como la primera víctima de la influenza. Para evitar la propagación de la enfermedad las autoridades municipales dictaminaron la exhumación de los cadáveres a las seis horas de su deceso.
De acuerdo con el testimonio de uno de los sobrevivientes los muertos eran sepultados “calientitos”.
Para esta época los niveles de salubridad eran muy bajos en todo el país debido a la pobreza, reducidos niveles educativos y escasos hábitos de higiene. A esto se agrega el hecho de que no existía ningún fármaco para combatir la patología que se manifestaba principalmente mediante “fiebres catarrales”.
Para disminuir sus efectos se usaban productos naturales como hojas de bruja o tope, hojas de guanábana, hojas de guanabanita nueva y el orégano, así como el té de tuna de España, cebo, fricción con hojas de guanábana, etc.
Para la fecha ya existía la aspirina que se utilizaba para disminuir la fiebre y los terribles dolores en todo el cuerpo que se combinaba con evacuativos de Calomer y enemas de bicarbonato de soda y agua de menta.
Dado que la enfermedad se trasmitía por la vía respiratoria la gente utilizaba mascarillas para salir a las calles que fabricaban las mujeres dedicadas a la costura.
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El temor a la influenza alcanzaba tal magnitud que los curas se abstuvieron de ofrecer misas de cuerpo presente a los fallecidos. Esta notificación aparece en cada una de las actas de defunción de la época. En 1922 se produjo otra epidemia de viruela pero no tuvo grandes repercusiones en Mao.
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