Artículo de opinión: La corrupción y la tradición


Autor: Marino Castellanos

La corrupción como un virus social se enquista y muta, “el trabajo del patógeno es evadir al sistema inmunológico, creando más copias de sí mismo propagándose a otros huéspedes”, así es como actúa la corrupción. Periodistas de renombre compiten por presentar los casos de corrupción más impactantes. En la historia encontramos registrado que los primeros casos de corrupción surgieron cuando primigenias civilizaciones, como por ejemplo la egipcia en el año 1000 A. de C. en la que se escenificaron sonados casos de colusión y mal manejo de funcionarios, contra la cosa pública y las personas.

Así en el devenir de las civilizaciones que la humanidad ha tenido han acontecido episodios donde personajes se han destacado por sus astutas hazañas contra el erario. Sus acciones han creado un manual de lecciones para pillos, útil aun en la actualidad.

Nuestro país, como heredero de la cultura del menor esfuerzo imperante en la España del siglo XVI, aunada a la tradición de desconfianza y la marginación propia de las raíces africanas. Ha sido caldo de cultivo para que los pillos de la isla que hasta el día de hoy la manejen como una plantación bananera.

Las causas y azares de nuestra existencia en vez de conducirnos a la erradicación de las malas prácticas de la administración pública parecen estar más orientada a lo contrario. Vivir en sociedad implica respetarse, y ayudarse mutuamente, dándole a cada uno lo que merece según sus necesidades. Llamar civilización a una sociedad que no vive ni ejerce estos preceptos, es una presunción, que no puede presumir ser una civilización; sino un germen para un todos contra todos.

Al observar episodios como los que acaecieron cuando estuvo vigente el primer Estado de Emergencia donde se sobrevaluaron artículos médicos en plena pandemia del Covid-19, utilizándolos descaradamente con la finalidad de beneficiar a una pandilla que no se sacia, y con el poder de amenazar a quien le señalara, operando bajo la más odiosa impunidad. La memoria colectiva nos retrotrae a los años de Lilis y Trujillo por el uso descarado de los recursos públicos y la necia ostentación de poder.

Los años de pandilla y villanos en nuestro país no han pasado, cuando vemos funcionarios públicos que todavía se niegan a trabajar con probidad y honestidad, es preocupante, pues en la tradición de la administración pública se tienden a repetir patrones de conductas y es muy cuesta arriba para muchos, el observar, que los anteriores disfrutaron, derrocharon hasta el punto de creer estar por encima de la ley, es muy posible que entiendan que no ha valido la pena llegar al botín sin tener la oportunidad de poder dilapidar como entonces. El mejor ejemplo de eso lo tenemos en nuestro cuerpo legislativo que todavía se niega soltar el barrilito. Con un Congreso que requiere una reforma profunda, para dejar de ser una plaza pública donde se subastan votos y voluntades.

Es por esto que, aún en la penumbra es posible observar claramente como se están tejiendo estratagemas agrupando para continuar con el esquema de despilfarro y corrupción, resistiéndose a la voluntad popular del actual e inminente cambio.

Será titánica la labor en solitario del presidente Luis Abinader para reformar y ordenar la casa, luchar contra la herencia de los funcionarios pasados, sus impulsos pasionales, abuso de poder, deseos de lujos y placeres, con los cuales coquetean los nuevos funcionarios. Si el presidente logra llevar a buen puerto sus metas de construir una nación donde se castigue a los corruptos sustentando todo su esfuerzo en la voluntad popular para orientar un sistema de justicia más eficiente, entonces y solo entonces la victoria será del pueblo. A pesar de ser este es un camino tortuoso, solitario y con muchos de mala voluntad, manipuladores y manejadores de situaciones, que hacen que veamos al señor Presidente muy similar al último de los mohicanos, pero la diferencia salta a la vista.

Nuestro deber como ciudadanos es mantenernos atentos, no solo exigiendo el fin a la impunidad, sino, además, manteniéndonos vigilantes ante la inminente envestida de los que seducidos por el pasado que pretendan recorrer el camino de la abyección y la infamia, como parte de la heredada costumbre nacional, que nos ha llevado a la indiferencia alimentada y sustentada por cuota del boa y el boroneo general a todo nivel.

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